lunes, 19 de mayo de 2014

IMÁGENES DE JASÓN Y LOS ARGONAUTAS

Óleo del pintor australiano Cesare Felix Georges dell'Acqua, plasma la despedida acongojada de las mujeres y los niños a los valerosos argonautas cuando la robusta y ligerísima nave "Argo" zarpa hacia la Cólquide desde el puerto griego de Págasas.

La segunda pintura al óleo de 1742 o 1743 obra de Jean-François de Troy: “Jasón doma los toros de Eetes” representa el momento en el que el héroe clásico Jasón durante uno de los retos de su búsqueda del vellocino de oro, doma milagrosamente dos toros que escupen fuego.
Eetes era un rey de la Cólquida, hijo de Helios y de la ninfa Perseis. De su primera esposa, la reina Idía, Eetes tuvo tres hijos: Medea, Calcíope y Apsirto. Eetes es uno de los personajes principales de la historia de los argonautas y el vellocino de oro. Ino, la segunda esposa de Atamante, odiaba a Frixo y a Hele, que eran hijos del primer matrimonio de su marido. Para deshacerse de ellos, prendió fuego bajo el suelo de los graneros, de tal forma que el grano se tostó y no pudo ser apto para el cultivo del año siguiente. Los campesinos, temiendo una gran hambruna, consultaron al oráculo más cercano. Éste, que había sido sobornado por Ino, les indicó que para evitar el hambre debían sacrificar a Frixo y a Hele. Pero justo cuando se disponían a hacerlo un cordero dorado enviado por Néfele (la madre de los muchachos) los rescató y se los llevó volando por los aires. Hele, entusiasmada por la sensación de volar, dejó de agarrarse a la piel del vellocino y cayó al mar, denominado Helesponto en su honor. El cordero consiguió, pues, llevar únicamente a Frixo hasta la Cólquida, donde le recibió el rey Eetes con grandes honores y le dio a su hija Calcíope como esposa. En agradecimiento, Frixo sacrificó el cordero a los dioses y entregó su vellocino de oro al rey Eetes, que lo ató a un árbol sagrado.
 
Cuando Jasón y los argonautas llegaron a la Cólquida y reclamaron el vellocino de oro, el rey Eetes les prometió que se lo entregaría sólo si eran capaces de realizar ciertas tareas. En primer lugar, Jasón tenía que juntar dos toros que echaban fuego por la boca y arar con ellos un campo dedicado a Ares. Una vez arado, debía sembrar allí los dientes del dragón que había matado Cadmo. Cuando el héroe hizo esto, ayudado por una poción que le hizo Medea para evitar el fuego, vio cómo de los dientes surgía un ejército de soldados completamente armados. Pero Medea le advirtió de lo que iba a pasar y le enseñó la forma de librarse del ejército mágico: lanzando una piedra entre ellos, los soldados, que no sabrían quién la había arrojado, lucharían entre sí hasta la muerte.

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